La coherencia de nuestros gustos musicales

¿Somos coherentes en nuestros gustos musicales?

En principio, habría que contestar que no... Todos podríamos poner ejemplos de obras que nos gustan y que son objetivamente parecidas a otras que no nos agradan. Sin embargo, analizando ejemplos concretos, he llegado a pensar casi lo contrario.

Por ejemplo, me encanta "Der Rosenkavalier" de Strauss y me gusta bastante menos "Arabella". Esto puede parecer ilógico, pues ambas obras son muy similares; de hecho, la segunda se compuso en el mismo estilo de la primera... Y ésa es precisamente la explicación. La sorpresa que produce "Der Rosenkavalier" en quien la escucha por primera vez, esa sublimación de la opereta, ese "neorococó", ha desaparecido al oír "Arabella"; el famoso "déjà vu" hace su aparición...

Y he analizado otros ejemplos, otras posibles incoherencias en mis gustos musicales (que no voy a detallar por no dormir al personal) y siempre he encontrado una explicación... Creo que sí, que nuestro gusto no se equivoca, que sabemos lo que queremos, aunque quizás nos resulte difícil explicarlo.

Steiner escribió:
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Creo que sí, que nuestro gusto no se equivoca, que sabemos lo que queremos, aunque quizás nos resulte difícil explicarlo.

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En mi caso particular, tengo claro que lo que más busco en la música es la emoción... No es que no me agraden composiciones bellas, armoniosas, frívolas, como las de Boccherini, por ejemplo... Pero siempre quedarán en mi estima por debajo de la "Liebestod", el "Adagietto" o el primer movimiento de la 9ª (sea de Beethoven, Bruckner o Mahler).

Y, en este sentido, aprecio más a Mozart que a Haydn, por ejemplo, pues tiene, en mi opinión, más obras emocionantes. No veo en don Joseph nada comparable, en este sentido, a "Don Giovanni", "La flauta mágica", la misa K 427, el Requiem (aunque no sea suyo), las tres últimas sinfonías, los conciertos 20, 21, 23 y 24 para piano, el de clarinete, la "Gran Partita", la K 388, el divertimento K 334, el quinteto de clarinete, la fantasía K 475,,,, Creo ser coherente con mi criterio emocional...

Si nuestros gustos musicales son siempre coherentes a nivel profundo, una manera de hacer que dejen de serlo es, paradójicamente, intentar que respondan a una lógica más superficial...

Supongamos que me gusta un determinado compositor. ¿Qué puede significar esto? Podría querer decir que hay muchas obras de ese autor que me agradan o que una gran proporción de sus composiciones me gustan... Sin embargo, a lo mejor, siguiendo una falsa lógica, nos obligamos a que nos gusten todas... Si alguien, por ser mozartiano, entiende que debe defender sus 600 obras, lo lleva claro... Y me temo que esto es lo que ocurre muchas veces. Las etiquetas desvirtúan nuestro gusto real y pintan a cada estilo o compositor con un solo color...

Una de las maneras más absurdas de pervertir nuestro gusto es adaptarlo a criterios de calidad... Los musicólogos han estudiado con todo detalle las habilidades de, digamos, Haydn, para pasar de una tonalidad a otra y terminar por volver a la inicial en uno de sus cuartetos y nosotros nos decimos: ¿Cómo puede no gustarme esta maravilla?. Pues no deja de ser completamente absurdo. En primer lugar, dichos malabarismos técnicos lo mismo pueden hacerse con un tema banal que con otro que nos corte la respiración... En segundo, el que haya que fijarse en esos tecnicismos , ¿no es señal de que la música no es atractiva por sí misma? Nadie necesita ningún análisis del primer movimiento de la 9ª de Beethoven o de la Sinfonía Júpiter para disfrutar de ellos...

Como orejones ha planteado en el hilo de Mozart el tema del cambio de nuestros gustos musicales a lo largo del tiempo, creo que sería interesante tratar este asunto.

La verdad es que no soy la persona más adecuada para hablar de ello porque mis gustos musicales han cambiado poco (poquísimo diría yo). Conocí casi todo el repertorio desde el Barroco hasta la contemporánea antes de los 25 años. El Renacimiento y la Música Medieval llegaron después (hacia los 30-35). La verdad es que las obras que me gustaban mucho al principio siguen haciéndolo y las que me gustaban menos (óperas francesas e italianas, fundamentalmente) siguen sin agradarme. La única diferencia es que antes trataba de que lo hicieran, incurriendo en el defecto del que he hablado en un post anterior. También era mucho más tolerante con la música vangusrdista, quizás por aquello de la juventud...

¿Somos coherentes en la evolución de nuestros gustos musicales? Yo, desde luego, sí...