"Brillos fugaces"

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Joder, Ignacio, con los tiempos que corren,¡cómo insistes en la tragedia! Pobre gato, su actitud valiente y decidida, su apuesta por la vida, no tiene premio. Esta vez no nos has dejado un final feliz. Este relato es el equivalente a la sexta de Mahler, la trágica. Lo podemos resumir en un "lo que tenía que pasar, pasó". Espero que no sea una premonición sobre la economía del país. ¿No te me estarás haciendo pesimista tú también?

Verás, este final no me gusta, porque el protagonista no es un temerario, no es un insensato. Conoce el peligro pero sabe que la vida no se puede vivir sin riesgo. Su filosofía no es como la de muchos, que "no viven por miedo a perder la vida". No, este gato acepta el riesgo, toma su decisión siguiendo su deseo, y eso merece mejor suerte. Has puesto en juego en pocas líneas la lucha entre el deseo, lo sensual, lo emocional, la vida, con la fría racionalidad, con el cálculo, con el conservadurismo pesimista. Y le has dado la victoria a lo segundo. O bueno, quizás no, si como metáfora y enseñanza del cuento sacamos que merece la pena arriesgar a pesar de todo, merece la pena seguir el deseo aunque te quedes en el intento, ya que si renuncias a la acción ya estás muerto de entrada, por lo menos intentarlo.

¡Descanse en paz este gato valiente!


Bienvenido D. Ignacio, y que siga la inspiración...

El pesimista pudieras bien ser tú, Jeremías. También puedes verlo desde el punto de vista de que, de nuevo, David, vence a Goliat; que el débil vence al poderoso; que la inocencia derrota a la maldad (si se puede llamar maldad a la procura de alimento en la que anda metido el gato). En fin, como ves, no llueve nunca a gusto de todos. Tendré que revisar mis fuentes de inspiración y sustituir lo trágico por lo jocoso, parece ser que no vende. Gracias por tus comentaros, eres un analista ciertamente certero.

¡Muy bueno, Ignacio6479!

No sustituyas lo trágico por lo jocoso, por favor

Saludos.

Ignacio6479 escribió:El pesimista pudieras bien ser tú, Jeremías. También puedes verlo desde el punto de vista de que, de nuevo, David, vence a Goliat; que el débil vence al poderoso; que la inocencia derrota a la maldad (si se puede llamar maldad a la procura de alimento en la que anda metido el gato). En fin, como ves, no llueve nunca a gusto de todos. Tendré que revisar mis fuentes de inspiración y sustituir lo trágico por lo jocoso, parece ser que no vende. Gracias por tus comentaros, eres un analista ciertamente certero.

O sea, que para tí el protagonista es el ratón... Pues ya ves, yo me puse en la piel del gato. Je, je, lo que yo decía en otro hilo, cada uno habla o escribe, pero cada receptor percibe una cosa distinta, lo malo o quizás lo bueno del lenguaje humano. Pues nada, yo no me identifiqué emocionalmente para nada con ese ratón y sí con el gato. El gato pensaba, el gato tenía hambre, el gato calculaba, sudaba, sufría... En cambio, el ratón lo percibí sin alma, estaba allí como presa, como objeto...

Pero ¿que percibe el artista cuando interpretan su obra? ¿A que pensáis: ¡Pero qué dice este tío!? Si yo escribí pensando en otra cosa...

Ahí está la magia del arte, ni el artista sabe muy bien lo que dice. Estaría bien que los lectores comentasen con qué personaje se identifican en la lectura, si lo hacen desde el punto de vista del gato o del ratón, sería un buen experimento.

Mi visión trágica de la historia también puede venir por otro lado, y es que como nos tienes acostumbrados a finales inesperados y sorprendentes, eso es lo que esperaba...

Estás en lo cierto, el protagonista de mi historia es el gato, que como bien explicas, es el que malpiensa, el que padece, el que suda... El ratón no es más que un trozo de carne, un cebo para darle sentido a la historia.

En mis relatos me pongo casi siempre del lado del antihéroe. Lo mismo sepulto a Jack Sparrow que venero a Jack el Destripador. Pretendo -como ya habrás observado- sorprender y dar vueltas de tuerca imposibles, desorientar al lector, aunque no sé si lo logro. No es nada fácil, no creas.

Efectivamente, como estoy acostumbrado a ese juego de despistes en tus relatos, también lo esperaba en este. Entonces el final me resultó chocante por ser justamente el desenlace más obvio. Sin embargo, curiosamente, tiene fuerza dramática, justamente la fuerza de la tragedia, que siempre es lo contrario a la heroicidad, es el duro encuentro con la debilidad humana, con nuestra propia insignificancia. La literatura y el arte es para hacernos reír o para hacernos llorar, gozamos con ambas emociones. Esta vez, no sé si consciente o no, has tirado por hacernos llorar, o por dejarnos chafados. Muchas veces los grandes dramas y tragedias del cine y la literatura tienen una compensación simbólica. Por ejemplo, una historia épica como la de Espartaco, que acaba trágicamente dentro de la lógica más absoluta pero que nos conmueve y nos amarga con la muerte de su protagonista. Pero sin embargo el guionista de Espartaco juega con otro plano simbólico en el que la suerte de los contendientes es otra. Espartaco consigue dejar un heredero libre, su hijo. ahí está su victoria. Y el patricio romano, a pesar de su victoria bélica, es el derrotado, ya que lo que le envidiaba a Espartaco no lo podría conseguir aunque lo matase en la cruz cien veces.

En fin, que en tus otros relatos siempre acabé con una sonrisa, por su juego de sorpresas. En este, sin embargo, predomina la carga emocional, el bajón del desenlace.

Me gusta experimentar con cosas nuevas y en este relato he intentado hacer algo distinto. No sé si se nota pero tiene pinceladas de humor, aunque no del sano, del que nos hace reír, sino del que nos saca algo semejante a una mueca amarga. El gato se sabe el más fuerte, sabe que el ratón está condenado, sin embargo tiene miedo, no las tiene todas consigo. Ni yo con mis finales sorpresivos podría haberlo salvado.